sábado, 20 de diciembre de 2008
Recordando Música: O’Stravaganza
Hay muchas veces en que dos elementos aparecen muy distintos desde una visión cotidiana, pero si se cambia el ángulo de observación, o se indaga en lo que subyace en ambos, van a comenzar a aparecer mas similitudes que las que se creía siempre. Y la música de este disco es un poco el fruto de ese tipo de otra mirada. Es como buscar qué tienen en común una góndola veneciana y una Guinness, la famosa cerveza negra irlandesa.
La góndola es un bote a remos tradicional de Venecia, que durante siglos fue allí el principal medio de transporte. Propulsada por un remero (el gondolero), que contrariamente a la creencia popular, no utiliza una pértiga, debido a que las aguas de Venecia son demasiado profundas para ello, una ley suntuaria de Venecia dispuso que las góndolas sean pintadas de negro. Mientras se estima que durante el siglo XVIII navegaban por los canales de Venecia miles de góndolas, hoy su número ronda el centenar, destinadas principalmente al turismo y para uso privado. Guinness es una cerveza negra seca del tipo stout elaborada por primera vez por el cervecero Arthur Guinness en la empresa cervecera denominada St. James’s Gate Brewery ubicada en la ciudad de Dublin, Irlanda. Guinness se elabora desde el año 1759, y se trata de una de las marcas de cerveza más conocidas que se exporta a la mayor parte de los países. La cerveza Guinness es un caso especial, donde una marca de bebida alcohólica hecha por una empresa privada ha llegado a identificar el alma de una nación. Guinness en Irlanda es toda una institución por derecho propio, llegando incluso a simbolizar al pueblo irlandés, como la góndola identifica a Venecia. Las dos son negras, brillantes, estimulantes y únicas. Ambas pueden ser consideradas como claros íconos de dos culturas, a primera vista, opuestas; el brillo barroco de la “Serenissima” República veneciana de mercaderes mediterráneos, y la energía de la isla de las brumas y los muy católicos y bárbaros celtas. Dos orígenes insulares, aislados en sus grandezas y miserias, pero que comparten su amor por la música, sea ésta entendida como un refinado divertimento para los adinerados comerciantes, o una válvula de escape política, social y religiosa ante los férreos mandatos del destino (y de los británicos). Y, a partir de aquí, lo que estaba separado en el siglo dieciocho, aparece unido en el siglo veintiuno. Se cuenta en el librito que acompaña al disco, que la génesis de este experimento musical nace de la difusión que tuvo en la Irlanda de principios del siglo XVIII la música de Antonio Vivaldi a manos del gran músico irlandés Turlough O’Carolan. Como historia, resulta atrapante: poder abrir una ventana en el tiempo y ver viajar la obra del Prete Rosso, como apodaban a Vivaldi, "el cura rojo", por ser sacerdote y pelirrojo, desde el soleado Adriático hasta la lluviosa Eire, una historia que aparece tan sugerente como literaria. Bajo el título "O’stravanganza, una fantasía sobre Vivaldi y la Música Celta de Irlanda" (Virgin Classics, 2001) Hughes de Courson obtiene un encuentro de lo más original entre ambos mundos, donde la idea principal es la de establecer un encuentro entre un conjunto de música celta tradicional y una agrupación barroca, “Le Orfanelle della Pieta”. Es decir, hacer que un grupo combinado de músicos irlandeses y barrocos interpreten e improvisen juntos sobre temas tradicionales irlandeses y composiciones de Vivaldi. Estamos, por tanto, ante un ejemplo de Crossover, tan de moda hoy en día, donde la línea divisoria entre un género y otro a veces se funde y se confunde. Sin embargo, se puede decir desde ya, que la experiencia merece la pena y que a nadie debe escandalizar, pues en todo momento los músicos se guían por el buen gusto y el respeto y admiración a ambas tradiciones.
-Por Jorge Laraia
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